Por segunda vez en la vida, hoy, tuve un encuentro literalmente cercano con un tren. Por no más de 10 centrímetros, me salvé que mi cabeza volara al ser empujada por la locomotora, o en su defecto, por el Metro de Valparaíso mismo. Sepa usted que no fue ningún intento de irme de pronto volando hacia no sé dónde, sino simplemente las ganas de plasmar una situación en un foco óptico.
Mis ojos cerrados, esperando el click (durante el último mes, esa cosita de los click ha marcado mi vida hasta decir basta) solo sentí la ráfaga de viento y un bocinazo tan fuerte que me hizo abrir los ojos. Cuando los abrí, no podía creer lo que estaba viendo: un tren a alta velocidad pasando al lado de mi cabeza, a menos de una mano cerrada. Un amigo moreno que de pronto se volvió blanco y yo, estupefacta un par de segundos y luego con tiritones y un miedo que no puedo explicar, sensación tan similarmente tétrica como hace años atrás, cuando también por un bocinazo, esta loca de patio se salvó de un tren.






0 comentarios:
Publicar un comentario