Hace muchisimos años que la Loca no vivenciaba la horrible sensación de no poder sostener la cabeza sobre los hombros, caminar como curada sin una gota de alcohol, vómitos en un basurero, párpados caídos y ojos casi cerrados, desmayo en el metro y palidez absoluta. Todo ante un veraniego lunes, impávido de emociones acaecidas en forma atemporal, temporal y destemporal.
Simplemente la cabeza nivel estallido Olimpo. Es que no se puede explicar la sensación de despertar en un tumulto de gente, tratar de caminar y que el cuerpo no responda y que pasos cotidinanos de un metro a un colectivo resultaran ser casi una caminata desde la base de las Torres hasta el refugios Los Cuernos.
Bueno, así fue como me quedé y conocí por dentro la actividad volcánica de la Bicentenario, con venosas nuevamente inyectadas por doquier, el famoso foco de un hospital sobre mí, un pagaré que no pude siquiera leer hasta la mitad, las tan recordadas camas de hospitalización. Todo esto acompañado, por supuesto, de una fila de enfermeras y doctores corriendo de aquí para allá a mi box, es casa temporal de una hospitalización.
Loca, con la cabeza y la enfermedad de Loca.
/sic/
0 comentarios:
Publicar un comentario