Y de tanto que buscó, cuando ya por perdidas daba las lanujas, que quizás habían sido mordidas por algún o que otro jerbo rebelde, una hambrienta pollillota o bien podrían haber sido juegos eternos de una loca media-blanca-media-turbia, aparecieron en el cajón las miles de colorientas manguilargas camisetas (algunas de ellas justamente habían corrido la suerte del primer pensamiento) en conjunto con aquellos polarines pseudo-calcetines-amarillos comprados en conjunto hace un par de años atrás en...
Ah, si ya recordé, en el Jumbo.
Ah, si ya recordé, en el Jumbo.
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