Y de improviso la loca de patio se hizo presente, bajo un cúmulo de imprecisiones precisas que derivaban cada una en cien mil quehaceres que el deber connotaba en los vacíos extremos de su mirada calmada, presurosa, infame, dulce y sagaz.
Es así como trastocada por la ironía, con su vestido de corte rectangular tan famoso por la fealdad que denotaba al dejar a vista y paciencia de los mirones cuantas montañas imaginase la luna, en el patio se hizo presente la loca. Y no fue de improviso, sino con bastante y discreto aviso.
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