Y mientras la pantalla destellaba una luz casi burlesca como riéndose a carcajadas de mi ineptitud para utilizar esos aparatos modernos que usan los escuincles, me quedé pegado en la búsqueda que hacía el buscador -según mi nieto asi se llamaba esa "página" como le dice él a la cuestión rara que estaba abierta atrás de ese destello de pacotilla- cuando quisimos averiguar the mean (uso palabras de loco porque me creo lolo) de la palabra "search". Lo más raro de todo, es que mientras esperábamos, todo el rato, el destellito aquel mostraba en color negro y con unas letras bien globotizadas, lo mismo que queriamos saber: search...search...search...search... ¿Será que estaba pensando qué mierda significaba la estupidez que nos atrevíamos a preguntarle?

Y se detuvo ante la puerta del abismo cuando se dio cuenta que, por primera vez, hablaban el mismo idioma.

Y la verdad se hizo verdad cuando la mentira decidió pintarse vidrio, el tipe-jo borracho soltó (más bien vomitó) los gritos y yo disparé encima de tu capucha ardiente, obsena y descaradamente.

Y de tanto que buscó, cuando ya por perdidas daba las lanujas, que quizás habían sido mordidas por algún o que otro jerbo rebelde, una hambrienta pollillota o bien podrían haber sido juegos eternos de una loca media-blanca-media-turbia, aparecieron en el cajón las miles de colorientas manguilargas camisetas (algunas de ellas justamente habían corrido la suerte del primer pensamiento) en conjunto con aquellos polarines pseudo-calcetines-amarillos comprados en conjunto hace un par de años atrás en...














































Ah, si ya recordé, en el Jumbo.

Y en lo oscuro se divisaba la energía que había de recorrer por sus venas aquella madrugada. Por lo que sin entender nada, nuestra loca ahora de pacotilla, quiso respirar del aire absurdo llegado directamente de los andares y se dedicó a sentir cómo este entraba en forma paciente y tóxica en ella, haciéndola sentir fuera de este mundo y parte de la nada. Fue ahí cuando estando a punto de abismar el silencio, llegó a lo más profundo de ese aire enrarecido, lo tomó en sus manos respirándolo en forma desesperada pero adictiva, dándose por primera vez la oportunidad licenciosa de dejar de ser la loca de todos, para ser la loca de nadie en ese mundo de nada, de todo y de porquería vanalítica intoxicada por ese aire venido desde dónde sabe Dios...

Y de improviso la loca de patio se hizo presente, bajo un cúmulo de imprecisiones precisas que derivaban cada una en cien mil quehaceres que el deber connotaba en los vacíos extremos de su mirada calmada, presurosa, infame, dulce y sagaz.

Es así como trastocada por la ironía, con su vestido de corte rectangular tan famoso por la fealdad que denotaba al dejar a vista y paciencia de los mirones cuantas montañas imaginase la luna, en el patio se hizo presente la loca. Y no fue de improviso, sino con bastante y discreto aviso.