Palabras con nombre y apellido

Hoy sin tapujos ni palabras casi en una especie de clave morse he decidido escribirte. Sí, a ti el mismo que desde un caluroso norte, tras una pantalla escondido lees este diario, tratando de encontrar rastros de lo que ha sido mi vida todo este año y algo...
Porque de sueños y esperanzas que se cultivan en nubes no se vive. Menos acá en la Patagonia donde estas cambian de un momento a otro más rápido que un abrir y cerrar de ojos.

No voy a negar que ilusa y secretamente, de alguna u otra forma, todo este tiempo te esperé. Esa maldita ilusión de creer que alguna vez podrías volver me llevó a recibirte cuando de improviso una noche de domingo decidiste aparecer. Fue un reencontrar-se con la historia que alguna vez iniciamos en un parque por este mismo tiempo hace un doble de dos atrás.

Tu aparecer fue tan repentino como tus vaivenes, que sí, que no, que la culpa, la absolución, el perdón, la calentura, el temor, el no-amor, el cambio, en fin. Tantas acciones, dichos y hechos que por más que lo negara resultaban ser un cúmulo de amores, ilusiones y desilusiones contenidas.

Pues bien, la vida gira, el mundo cambia, nos hacemos más grandes, algo menos sabios, algo menos ilusos. Yo, así tal como tu he cambiado. El frío me ha vuelto más calma, menos fama-esperanza, más resuelta  de mis actos y palabras, pero sobre todo, más real de sueños y pensamientos. He comprendido muchas cosas, he perdonado y he pedido perdón. He forjado un carácter que a curtiembre de lluvia y mates, y así, hoy, tal como muchas veces te señalé, he optado por soltar a la vida las amarras, esperanzas y tareas sin cumplir (y muchas cumplidas que agradezco de alma) y he decido volar, abrir mis alas y dar este adiós final, no un adiós de cartón, sino uno en paz, con amor por lo vivido, pero realmente, dejarte y dejarnos; tu con tus opciones y vuestro Dios, y yo con Krishna en mi corazón, con mi Patagonia en el presente y con mi cronopiana libertad que he querido vivir: lejos de las incertidumbres, lejos de la espera atormentada, lejos de palabras que entre líneas buscaban que supieras que mi amor estaba ahí, que era de verdad, que aún te pertenecía.

Pero he decido volar, abrir el girasol que hay en mi alma y en mi corazón, dejar de ocultar todo este hermoso descubrimiento de ser una mujer empoderada de mis sueños. He asumido mi cronopiana y loca esencia; he asumido que tus alas hace rato abrieron y que si bajaste, no fue más que para recordar y saber si aún estaba.  Pero he aprendido acá con penas y alegrías que merezco lo mejor de la vida, no montoncitos de estrellas dispersas en uno que otro lugar.

Ya no quiero las sobras, ya no quiero saber si posiblemente me piensas, porque el amor es o no es, no está a medias, ni menos solo para satisfacer placeres sin sentido.

Hoy, esta es la última vez que te escribo y lo hago acá sin palabras complicadas ni con Cortázar como mediador, porque esta madrugada de diciembre, días antes de ensoñadamente haber cumplido una nueva vuelta al Sol me despido de ti, con las más sinceras palabras, con el pleno derecho que hace más de un año me diste de optar por mí misma, pero que solo hoy he decidido tomar, con mi corazón agradecido por todo lo entregado, por todo el amor que ambos alguna vez nos regalamos y con la plena convicción que demora, pero llega. Realmente llega.

Gracias infinitas, y por mi parte te deseo lo mejor, que la vida te colme de alegrías y encuentres esa paz que tanto buscas. Eso que no está afuera, está en ti, nada más que en ti.

Adiós y hasta siempre. Aquí, he decidido marcharme y dar el punto final a esta vereda. Ya no hay París para ambos, hay un comienzo, un soltar, una historia que encontró desde mi vereda larga... Su final.

Namasté!

"Poder decir adiós... Es crecer". La letra es perfecta para esto.  De regalo va con todo mi corazón.


0 comentarios:

Palabras con nombre y apellido

Hoy sin tapujos ni palabras casi en una especie de clave morse he decidido escribirte. Sí, a ti el mismo que desde un caluroso norte, tras una pantalla escondido lees este diario, tratando de encontrar rastros de lo que ha sido mi vida todo este año y algo...
Porque de sueños y esperanzas que se cultivan en nubes no se vive. Menos acá en la Patagonia donde estas cambian de un momento a otro más rápido que un abrir y cerrar de ojos.

No voy a negar que ilusa y secretamente, de alguna u otra forma, todo este tiempo te esperé. Esa maldita ilusión de creer que alguna vez podrías volver me llevó a recibirte cuando de improviso una noche de domingo decidiste aparecer. Fue un reencontrar-se con la historia que alguna vez iniciamos en un parque por este mismo tiempo hace un doble de dos atrás.

Tu aparecer fue tan repentino como tus vaivenes, que sí, que no, que la culpa, la absolución, el perdón, la calentura, el temor, el no-amor, el cambio, en fin. Tantas acciones, dichos y hechos que por más que lo negara resultaban ser un cúmulo de amores, ilusiones y desilusiones contenidas.

Pues bien, la vida gira, el mundo cambia, nos hacemos más grandes, algo menos sabios, algo menos ilusos. Yo, así tal como tu he cambiado. El frío me ha vuelto más calma, menos fama-esperanza, más resuelta  de mis actos y palabras, pero sobre todo, más real de sueños y pensamientos. He comprendido muchas cosas, he perdonado y he pedido perdón. He forjado un carácter que a curtiembre de lluvia y mates, y así, hoy, tal como muchas veces te señalé, he optado por soltar a la vida las amarras, esperanzas y tareas sin cumplir (y muchas cumplidas que agradezco de alma) y he decido volar, abrir mis alas y dar este adiós final, no un adiós de cartón, sino uno en paz, con amor por lo vivido, pero realmente, dejarte y dejarnos; tu con tus opciones y vuestro Dios, y yo con Krishna en mi corazón, con mi Patagonia en el presente y con mi cronopiana libertad que he querido vivir: lejos de las incertidumbres, lejos de la espera atormentada, lejos de palabras que entre líneas buscaban que supieras que mi amor estaba ahí, que era de verdad, que aún te pertenecía.

Pero he decido volar, abrir el girasol que hay en mi alma y en mi corazón, dejar de ocultar todo este hermoso descubrimiento de ser una mujer empoderada de mis sueños. He asumido mi cronopiana y loca esencia; he asumido que tus alas hace rato abrieron y que si bajaste, no fue más que para recordar y saber si aún estaba.  Pero he aprendido acá con penas y alegrías que merezco lo mejor de la vida, no montoncitos de estrellas dispersas en uno que otro lugar.

Ya no quiero las sobras, ya no quiero saber si posiblemente me piensas, porque el amor es o no es, no está a medias, ni menos solo para satisfacer placeres sin sentido.

Hoy, esta es la última vez que te escribo y lo hago acá sin palabras complicadas ni con Cortázar como mediador, porque esta madrugada de diciembre, días antes de ensoñadamente haber cumplido una nueva vuelta al Sol me despido de ti, con las más sinceras palabras, con el pleno derecho que hace más de un año me diste de optar por mí misma, pero que solo hoy he decidido tomar, con mi corazón agradecido por todo lo entregado, por todo el amor que ambos alguna vez nos regalamos y con la plena convicción que demora, pero llega. Realmente llega.

Gracias infinitas, y por mi parte te deseo lo mejor, que la vida te colme de alegrías y encuentres esa paz que tanto buscas. Eso que no está afuera, está en ti, nada más que en ti.

Adiós y hasta siempre. Aquí, he decidido marcharme y dar el punto final a esta vereda. Ya no hay París para ambos, hay un comienzo, un soltar, una historia que encontró desde mi vereda larga... Su final.

Namasté!

"Poder decir adiós... Es crecer". La letra es perfecta para esto.  De regalo va con todo mi corazón.


  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • Twitter
  • RSS

0 Response to "Palabras con nombre y apellido"

Copyright @ [ Sueños en girasoles ] | Floral Day theme designed by SimplyWP | Bloggerized by GirlyBlogger