Adivinanza del momento

El aparato en cuestión permite la refracción exacta de la luz en el momento justo que el usuario requiere de su uso. Permite, además, retratar los sucesos ni-tan-sucesos-ni-tan-olvidables momentos que dicho individuo necesite guardar de alguna u otra manera, como también los-momentos-acaecidos-en-algún-instante-memorable de la vida de los sujetos.

La mía resulta ser algo poco-masculina-algo-descuajaringado tal ves por el uso, tal ves por la manía de tenerla sin capucha (y bueno sin alma activadora también). Adquirida en una de las tan maleables transnacionales que habítan en esta selva chilenisa, esa que alguna vez quisieron retratar en los memorables Diego & Glot como "Supermercados Avasallador". No reniego de su casa de surgimiento porque pucha que me salió al costo (aunque nadie crea que su compra se debió a ser el único ejemplar de dicha empresa y he ahí por qué el color algo a-masculino).

En fin, el objeto aquí no-citado, trátase (como ya lo he expuesto) de un aparato últimamente tecnológicamente necesario si lo que requieres es guardar ciertos asuntos privados-no-tan-privados y que, gracias al obsturador (descubrí la palabra mientras la escudriñaba camino a casa) en un dos por tres congela tu espacio, tu instante, el de otros (y en ocasiones) el de nadie.

¿Adivinas lector-copuchento-seguidor o como quieras llamarte de este incoherente blog?

Nadadora de patio con meses

Nadaba perpleja y sin esperar nada de la espera. Corría finales de octubre y el sol marcaba ya el paso andante de los viajeros citadinos cansados del calor que habíase vuelto sofocante producto del extremo cemento reinante.

Llegado finales de diciembre, su nadar inesperante cambió rotúndamente de dirección y en la piscina llena de sombríos recuerdos, apareció una tarde en la cual sus ojos derramaban lágrimas de impotencia y rabia, un sol fulgurante que brotó desde lo más impensado para hacerse presente en aquellas aguas.

Nadando estos tiempos ya llegado el mes de los colores violáceos y verdosos, se encuentra la siempre loca de patio, algo más crecida y marcada por los pataleos constantes de su nadar perpetuo -antes en aguas grisáseas-hoy celestinas-, cercana a la paz equilibrante de la espera-no-esperada que llegó a su manicomio personal, para mostrarse con rostro bigotudo y cabellos tiesos, reflejando la apacigüidad del complemento más acomplementado que existe y que con su sonrisa de lluvioso y tibio atardecer logró volverse el más amado de sus pataleos que nadando pudo solamente aparecer...

Adivinanza del momento

El aparato en cuestión permite la refracción exacta de la luz en el momento justo que el usuario requiere de su uso. Permite, además, retratar los sucesos ni-tan-sucesos-ni-tan-olvidables momentos que dicho individuo necesite guardar de alguna u otra manera, como también los-momentos-acaecidos-en-algún-instante-memorable de la vida de los sujetos.

La mía resulta ser algo poco-masculina-algo-descuajaringado tal ves por el uso, tal ves por la manía de tenerla sin capucha (y bueno sin alma activadora también). Adquirida en una de las tan maleables transnacionales que habítan en esta selva chilenisa, esa que alguna vez quisieron retratar en los memorables Diego & Glot como "Supermercados Avasallador". No reniego de su casa de surgimiento porque pucha que me salió al costo (aunque nadie crea que su compra se debió a ser el único ejemplar de dicha empresa y he ahí por qué el color algo a-masculino).

En fin, el objeto aquí no-citado, trátase (como ya lo he expuesto) de un aparato últimamente tecnológicamente necesario si lo que requieres es guardar ciertos asuntos privados-no-tan-privados y que, gracias al obsturador (descubrí la palabra mientras la escudriñaba camino a casa) en un dos por tres congela tu espacio, tu instante, el de otros (y en ocasiones) el de nadie.

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Llegado finales de diciembre, su nadar inesperante cambió rotúndamente de dirección y en la piscina llena de sombríos recuerdos, apareció una tarde en la cual sus ojos derramaban lágrimas de impotencia y rabia, un sol fulgurante que brotó desde lo más impensado para hacerse presente en aquellas aguas.

Nadando estos tiempos ya llegado el mes de los colores violáceos y verdosos, se encuentra la siempre loca de patio, algo más crecida y marcada por los pataleos constantes de su nadar perpetuo -antes en aguas grisáseas-hoy celestinas-, cercana a la paz equilibrante de la espera-no-esperada que llegó a su manicomio personal, para mostrarse con rostro bigotudo y cabellos tiesos, reflejando la apacigüidad del complemento más acomplementado que existe y que con su sonrisa de lluvioso y tibio atardecer logró volverse el más amado de sus pataleos que nadando pudo solamente aparecer...
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