Hoy con mi familia fuimos al casino Monticello. Tanta gente me había hablado del lugar y para sacarme el empacho de saber cómo cresta era, le dije ayer a mis papás que fueramos.
Es un lugar bastante grande, mucho más de lo que se ve por fuera, mucha gente feliz y apostando hasta los calzones. A pesar de que es el lugar prediclecto de cientos de personas, no me gustó para nada. Todo era tan falso, comenzando por la iluminarias que perfectamente podrían hacerte creer que es de día durante 24 hrs.
Ese afán de la gente por apostar me impactó. Yo no cachaba una y una señora que estaba al lado mio me comenzó a dar una verdadera clase del uso de las máquinas tragamonedas. Me decía que no podía apostar de tan poco, que ella con sus más de 30 años de juego ininterrumpido (comenzó a las 17 y ya tiene 54) sabía perfectamente cómo usar una máquina y que si yo no sabía debía haber preguntado. Muy amable la señora para instruirme, pero la verdad es que mientras más la escuchaba, más pena me daba al darme cuenta su adicción a las apuestas.
Me sentía tan extraña en ese lugar. Todo tan maleable, tan ficticio, tan arreglado que parecía casi el Edén del que tanto hablan los cristianos. Me dediqué mucho rato a mirar a las personas que ahí estaban, realmente todo tan turbio. Un tipo que no sé que cara me vio, me habló y casi salí arrancando.
Definitivamente me quedo con mis viajes sureños, con gente real, con montañas y bosques completos para ti solo. Me carga lo artificial, ese mundo que crean otros para dar la impresión de perfección, donde lo más importante no es quién seas, sino cuánto posees y puedes gastar. Qué triste es que lugares como este se conviertan en verdaderos paseos familiares, siendo que vivimos en un país tan hermoso y que lugares naturales y de ensueño abundan por doquier.
Cómo experiencia estuvo bien, conocer nunca es malo, pero realmente no es un lugar al que quisiera volver, sobre todo porque tanta falsedad me parece inhumano. Bueno, como dicen por ahí, cada loco con su tema y sin duda mi tema va por el disfrute de la naturaleza, mis adoradas infusiones de hierbas, el yoga y mi amado sur. De casinos... nah de nah!
Es un lugar bastante grande, mucho más de lo que se ve por fuera, mucha gente feliz y apostando hasta los calzones. A pesar de que es el lugar prediclecto de cientos de personas, no me gustó para nada. Todo era tan falso, comenzando por la iluminarias que perfectamente podrían hacerte creer que es de día durante 24 hrs.
Ese afán de la gente por apostar me impactó. Yo no cachaba una y una señora que estaba al lado mio me comenzó a dar una verdadera clase del uso de las máquinas tragamonedas. Me decía que no podía apostar de tan poco, que ella con sus más de 30 años de juego ininterrumpido (comenzó a las 17 y ya tiene 54) sabía perfectamente cómo usar una máquina y que si yo no sabía debía haber preguntado. Muy amable la señora para instruirme, pero la verdad es que mientras más la escuchaba, más pena me daba al darme cuenta su adicción a las apuestas.
Me sentía tan extraña en ese lugar. Todo tan maleable, tan ficticio, tan arreglado que parecía casi el Edén del que tanto hablan los cristianos. Me dediqué mucho rato a mirar a las personas que ahí estaban, realmente todo tan turbio. Un tipo que no sé que cara me vio, me habló y casi salí arrancando.
Definitivamente me quedo con mis viajes sureños, con gente real, con montañas y bosques completos para ti solo. Me carga lo artificial, ese mundo que crean otros para dar la impresión de perfección, donde lo más importante no es quién seas, sino cuánto posees y puedes gastar. Qué triste es que lugares como este se conviertan en verdaderos paseos familiares, siendo que vivimos en un país tan hermoso y que lugares naturales y de ensueño abundan por doquier.
Cómo experiencia estuvo bien, conocer nunca es malo, pero realmente no es un lugar al que quisiera volver, sobre todo porque tanta falsedad me parece inhumano. Bueno, como dicen por ahí, cada loco con su tema y sin duda mi tema va por el disfrute de la naturaleza, mis adoradas infusiones de hierbas, el yoga y mi amado sur. De casinos... nah de nah!